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02.11.2017
Entrevista a Vicente Álvarez
“Tal vez volverme tan loco como Don Quijote sea lo mejor”
Letraherido hasta el paroxismo, no le importaría volverse loco de literatura, de hecho, no sabe si lo está o no y tampoco parece que le importe mucho deslizarse del todo hacia esa locura feliz y un delirio grato y habitar ese lugar donde los juegos, grandes o pequeños, nunca dejan de acabar y donde el esperpento convive con el pulp, los delirios con la serenidad, Álvarez con Conceiro, la emoción con el deslumbramiento, lo imposible con lo cotidiano. Ese lugar que le permite ser el amanuense del Marqués de Bradomín y continuar – en la flamante “ Sonata de Baker Street” - lo que Valle y Doyle dejaron inacabado.
¿Ariel Conceiro o Vicente Álvarez?
Los dos y ninguno … pero también Jazz Negroponte o Delaviuda, un nuevo heterónimo que espero no tardar en utilizar (algo que depende de los editores porque la novela ya está escrita). Adoro los seudónimos, las máscaras, los juegos. Supongo que mi pasión por la novela de género y por el pulp tiene mucho que ver.
Hay quien vive la realidad a través de la ficción, de, en suma, su reflejo, da la sensación que usted es de esa clase de personas…
Llevo a Don Quijote en bandolera, es cierto. Espero no volverme tan loco como él. O tal vez, quién sabe, eso sea lo mejor… Es cierto, de todas formas, que muchos protagonistas de mis novelas viven obsesionados con libros, pinturas, canciones. El ejemplo perfecto sería el detective de libros Ariel Conceiro, protagonista de “El Necronomicón nazi”, “El asesino de Bécquer” y “El Montecristo mutilado”, más la novela inédita de la que he hablado.
Valle Inclán ha sido siempre su santo y seña…
No recuerdo lo primero que leí de él, supongo que fueron las Sonatas. También recuerdo que en COU nos obligaron a leer “Voces de gesta”… Lo que sí recuerdo perfectamente es el momento en que Valle-Inclán entró en mi vida. Fue gracias a un relato que escribí hace un millón de años, titulado “Una sonata de bohemia”, que resultó finalista en un concurso a raíz del 50 aniversario de su muerte. El premio fue un paquete que llegó a mi casa con la obra completa del maestro. Y ahí empezó todo. Lo siguiente que leí fue “Tirano Banderas” y ya me volví loco.
La literatura de Valle Inclán es arrolladora, su prosa es implacable, y consigue que su mundo, sus textos, sean únicos…
Valle-Inclán tiene algo que no sabría explicar. Tal vez no sea mi novelista preferido pero es el que siempre me maravilla más. Una y otra vez. Estoy convencido de que es el mejor escritor español del siglo XX y su único defecto es que su deslumbrante prosa se come a veces las propias historias. Por eso a mí ahora me gusta volver a él a pedacitos…
Antes de que vayamos más lejos… ¿Qué les pasa a algunos escritores que dedican su obra a recrear a sus mitos y leyendas? Como si les quisieran insuflar una nueva vida. Se lo deberían hacer mirar.
A algunos les parecerá muy cómodo el aprovecharse de personajes ajenos pero no es tan sencillo como parece. Hay que caminar por un fino alambre, ser muy respetuoso y, a la vez, hacer de tu particular homenaje un auténtico credo. Por otro lado, a mí me resulta apasionante el imaginar nuevas aventuras de esos personajes y, sobre todo, hacerlos convivir con otros personajes (propios o ajenos) y también con personajes reales. No es una casualidad el que una de las principales señas de identidad de mis novelas sea que algunos protagonistas de mis novelas pasan de unas obras a otras. Volvemos a lo que, para mí, es el motor principal de creación: el juego.
El Marqués de Bradomín es, en cierto sentido, un avatar de Valle Inclán, quien Don Ramón María siempre quiso ser o, en su cabeza, se imaginaba.
Bradomín está presente en toda la obra de Valle-Inclán, no sólo como protagonista de las Sonatas sino también como personaje secundario en muchas de sus obras. El Marqués de Bradomín era más Valle-Inclán que el propio Valle-Inclán. Era el hombre que le habría gustado ser. Era su máscara preferida. A veces pienso que era más real que el propio Valle-Inclán.
De hecho, el Marqués tiene vida propia, ha crecido, se ha, por así decirlo, emancipado de Valle Inclán ¿Quién es esta extraña figura del Marqués de Bradomín?
Ahondando en lo que decía, estoy seguro, al menos mi corazón está seguro, de que el Marqués de Bradomín existió realmente. Es más, yo creo que Valle-Inclán era simplemente su agente literario y Bradomín era el que escribía sus memorias en forma de Sonatas y el que escribía todas las historias que han pasado firmadas para la posteridad por Valle-Inclán. Esto sólo me ha sucedido con otro personaje en toda la historia de la literatura y sí, efectivamente, ese otro personaje literario que yo pienso, mi corazón piensa, que existió realmente no es otro que Sherlock Holmes.
Ha dicho por ahí que “Sonata de Baker Street” es el libro que llevaba, desde siempre, esperando escribir.
No sé si “Sonata de Baker Street” es el libro que siempre quise escribir, lo que sí que tengo claro es que toda la vida quise escribir un pastiche de Sherlock Holmes. Han pasado veinte años y otras tantas novelas para haberme atrevido, por fin, a enfrentarme a mi mayor reto.
De alguna manera con la” Sonata de Baker Street” se ha venido arriba, se ha dado un gustazo , como si estuviese pagando una deuda literaria y lo hace con creces . Hay historia, espionaje, realidad, ficción, todo un mundo propio.
Evidentemente estoy pagando una deuda literaria con dos de mis escritores favoritos y con mis dos personajes literarios favoritos. Lo hago mezclando sus dos universos (en principio tan distintos) con mi propia concepción de la literatura y de lo que a mí más me gusta. Mi obsesión, de siempre, ha sido mezclar en una coctelera a autores de culto con autores populares, escribir novelas adscritas al pulp, al folletín, a la novela de género pura y dura y hacerlo con espíritu vanguardista y alma de orfebre, mezclar a Valle-Inclán con Silver Kane, a Borges con Debrigode. Y en esas aguas revueltas ando perdido desde hace 20 años.
La historia se cuenta por el propio Marqués…
Aquí radica la clave de todo lo que es y representa “Sonata de Baker Street”. Cuando me propuse escribir un pastiche de Sherlock Holmes, y como digo han sido muchos los años de gestación, tuve claro desde un principio que quería hacer algo distinto. Me producía vértigo enfrentarme a mi adorado Holmes y no estar a la altura ni de Conan Doyle ni de muchos de los magníficos escritores que se han acercado a él. Por eso quise alejarme del punto de vista más canónico y tradicional, el que nos proporcionaba el doctor Watson como narrador de las historias de Holmes. ¿Qué ocurre si el narrador no es Watson? ¿Qué pasa si alguien muy distinto (con otro estilo de escribir, con otros nuevos ojos) toma las riendas de la historia? Pensé durante mucho tiempo en quién podría ser el narrador de mi pastiche y entonces recordé un relato escrito unos años atrás, firmado por un tal Ariel Conceiro, detective de libros de Berlai, gracias al cual teníamos conocimiento de un manuscrito del propio Marqués de Bradomín que no era otra cosa que parte de sus Memorias. En él se hablaba, entre otras cosas, de sus andanzas amorosas con mujeres como Emma Bovary, Ana Ozores o la Mercedes de “El conde de Montecristo”. Entonces se me ocurrió que Irene Adler podía haber caído también en las redes de nuestro donjuán feo, católico y sentimental. Ya sabía por dónde comenzar mi pastiche y quién se iba a encargar de ser el narrador.
El mundo de “Sonata de Baker Street” es un mundo disparatado, delirado, en el que el Marqués de Bradomín se mueve, sin embargo, como pez en el agua…
Es que el Marqués de Bradomín es una máscara fantasiosa, un hombre de otro mundo, que choca con una realidad que le resulta ajena y extraña. Pero también es un hombre inteligente y sensible, alguien que no sólo sucumbe ante unas faldas (lo hace con pasmosa facilidad) sino que también queda prendido por la personalidad de un hombre como Sherlock Holmes.
Y es que, de alguna manera, tanto el Marqués, como su cronista, Don Ramón María, hicieron, por así decirlo, de su capa un sayo y vivieron su vida , interpretaron su realidad, a su manera…
Esa es una de las grandezas del tándem formado por Valle-Inclán y el divino Marqués. Llevaban los espejos deformantes del callejón del Gato en su ADN.
En la novela aparece esa magnífica mujer que se llamó Ana Ozores, y lo hace serena, sensata y, de alguna manera, resabiada…
¿Conoció La Regenta al Marqués de Bradomín? Y si eso fue así, ¿alguien pone en duda que no caería rendida ante los encantos del viejo donjuán? El punto de partida, como ya he dicho, fue el relato titulado “Pequeña biografía de Xavier Bradomín, encantador de serpientes”. Allí se descubría que el Marqués de Bradomín llegó a leer versos encendidos entre las faldas de Ana Ozores. ¿Qué más podía yo pedir para hacer volar la imaginación?
Y un desquiciado Van Helsing …
Drácula es una de mis novelas favoritas, una obra maestra incontestable. Todos hemos sospechado en alguna ocasión que Holmes y Drácula pudieron conocerse, pudieron enfrentarse. Conan Doyle no nos contó esa historia pero algún otro autor lo ha hecho. A mí, sin embargo, me interesaba más el enfrentamiento entre Holmes y Van Helsing. Me interesaba saber cómo habría sido ese encuentro entre dos hombres tan excepcionales. Por un lado la racionalidad extrema de Holmes y por otro el carácter religioso/fantástico de Van Helsing. Aquello podía ser un choque de trenes al que estaba deseando asistir. Así que decidí que el Marqués de Bradomín tenía que poner voz a ese fabuloso encuentro.
Y una irresistible e irremediable Irene Adler
Amo a Irene Adler. No hay un personaje en toda la historia de la literatura que habiendo protagonizado apenas veinte páginas haya resultado tan trascendente, memorable y apasionante. Se han escrito ríos de tinta sobre la Mujer, incluso novelas y más novelas protagonizadas por ella. En Irene no es tan importante lo que sabemos de ella como lo que podemos imaginar o intuir. Irene Adler no sólo era una mujer hermosísima y fascinante, no sólo venció al más grande de los grandes detectives, sino que, además, y aquí surge mi yo más romántico, nunca he dejado de pensar que Holmes estuvo profundamente enamorado de ella. La constatación, en todo caso, de que no era ni una máquina ni un robot y sí un hombre torturado. Así siempre quise ver a Holmes y así aparece en “Sonata de Baker Street” aunque él también se ponga (o intente ponerse) su máscara preferida de hombre sin sentimientos. Por otro lado, no me resultaba nada raro que una pareja como Irene y Bradomín pudiesen entablar una relación. Y así empieza la novela…
En cierto sentido es una novela de personajes que intentan salir de sus vericuetos emocionales
Existe un conflicto emocional evidente que afecta a los protagonistas. La lucha casi siempre es idéntica: un pulso entre razón y corazón. Y sí, es una novela de personajes y una novela de homenajes. Casi todos los personajes que bullen en medio de la batalla forman parte del juego. Por allí anda sir Henry Wotton, maestro del pecado para Dorian Gray; también Philleas Fogg (“La vuelta al mundo en 80 días”)… Hay un guiño al Destripador y a su última víctima, que aparece de refilón y, si las cosas hubieran sucedido de otra manera, tal vez el Marqués de Bradomín podría haber salvado a Mary Jane Kelly… También, por supuesto, aparecen personajes reales como Gaudí, Isaac Peral o Jacinto Verdaguer entre otros muchos.
¡Cómo el doctor Niebla!
Y el doctor Niebla, por supuesto. La guinda del pastel. El malo de la función. La cuota pulp. Un recuerdo a los científicos locos y malvados de los comics de mi infancia, aquellos que aparecían en tebeos como “El inspector Dan” y otros muchos, rodeados de máquinas tan imposibles como terroríficas. El nombre, por supuesto, remite a un personaje que apareció en la Colección Superhombres de Bruguera allá por los años 40 del siglo pasado. Aquella colección estuvo protagonizada por Red Colt, el ametrallador, por El Fantasma (los dos de mi adorado Debrigode), por El Espectro y por El doctor Niebla. De este último personaje sólo aparecieron dos novelas pero inmediatamente pasó al mundo del tebeo y se publicaron más de 30 historietas escritas la mayoría de ellas por mi otro referente del mundo pulp hispano, el grandísimo Silver Kane, es decir Francisco González Ledesma. Como se ve, el doctor Niebla, es otro homenaje más a mis particulares héroes. Y, efectivamente, hay algo terrible en ese personaje. Podría convertirse perfectamente en un formidable enemigo para Sherlock Holmes…
Por otra parte, esta novela exige mucha documentación …
Es una característica esencial de todas mis novelas, no sólo de ésta. En todas ellas, el trabajo de documentación es primordial y, debo decir, que es uno de los momentos más estimulantes de todo el proceso creador. Para “Sonata de Baker Street” me reencontré por enésima vez con el Canon y consulté decenas de libros. Por supuesto, también tuve que recuperar todo Bradomín en la obra de Valle-Inclán. Cuando tenía todo aparentemente controlado, comencé la redacción definitiva de la novela. Siempre digo al respecto, que me gusta documentarme con profusión aunque sólo sea para luego mentir con conocimiento de causa. E incluso, en el caso de Bradomín, atracarlo con conocimiento de causa.
¿Le molesta si le digo que su novela es una voladura controlada? En ningún momento deja que el “asunto” desbarre o se descoloque. Ha cuidado mucho la trama …
Por supuesto. No me molesta, todo lo contrario. Y sí, es una voladura totalmente controlada. Los capítulos pensados al dedillo y sabiendo lo que iba a suceder en cada momento. A diferencia de otros escritores que comienzan a escribir sin plan concebido y, según ellos, los personajes les sorprenden muchas veces y toman los mandos de la operación, en mi caso siempre lo tengo todo perfectamente controlado. Para lo bueno y para lo malo.
¿Cuándo le vino a la cabeza la historia? ¿Cuándo decidió que merecía contarse?
Fue un proceso muy largo en el que poco a poco se iban añadiendo datos e historias. Cuando supe que el Marqués de Bradomín iba a ser el acompañante/narrador de Holmes, decidí que una buena parte de la historia iba a desarrollarse en España. Entonces, tras un viaje a Barcelona, mientras visitaba el Arco de Triunfo que se construyó para la Exposición Universal de Barcelona del año 1888 me vino de repente toda la historia a la cabeza. Ahora sólo tenía que casar las fechas, que todo ocurriese en ese año. 1888: año de la Exposición Universal y también el año fatídico del Destripador. Consulté un buen puñado de cronologías de expertos holmesianos (Baring Gould, Bell, Blakeney, Brend, Christ, Dakin, Folsom, Hall, Zeisler) y al final me quedé con la que más me convenció, la de Rodolfo Martínez, entre otras cosas porque me permitía enlazar mi historia con dos de mis relatos preferidos del Canon: “Escándalo en Bohemia” y “La segunda mancha”. A partir de ese momento, ya sólo tenía que ponerme a escribir.
¿Cómo fue el proceso de escritura?
El proceso de escritura fue rápido y emocionante a partes iguales. Como el armazón de la novela y la estructura estaban plenamente establecidos, el propio trabajo de escritura resultó relativamente sencillo. Y, por supuesto, el respeto, la admiración e incluso diría que la devoción guio todo el proceso.
¿Qué líneas rojas se propuso traspasar? ¿Qué líneas se propuso respetar?
Tenía claro que “Sonata de Baker Street” debía de ser un homenaje absoluto y rendido a las figuras de Sherlock Holmes y de Bradomín. La única línea roja que me he atrevido a traspasar es la de sustituir a Watson por el Marqués de Bradomín como narrador de las aventuras de nuestro detective favorito.
Como le decía – y escucharle me lo confirma - se ha escrito esta historia para usted …
Totalmente. Y eso lo he hecho siempre, desde la primera novela que publiqué allá por el año 1998. Escribo lo que me gusta. También lo que a mí me gustaría leer. No sé si mis novelas son buenas o malas, lo que sí que sé es que son honestas.
Me acabo de acordar de que debería haber empezado esta entrevista preguntándole por Sherlock Holmes. ¿Cuál fue su primer contacto con él?
No lo recuerdo pero estoy seguro de que fue una de mis primeras lecturas. Sin duda fue una selección de algunos relatos. Tal vez una de Bruguera de portada amarilla… Hay que decir, de todas formas, que Sherlock Holmes seguro que contactó conmigo mucho antes. Hablo, por supuesto, de las películas de Basil Rathbone y sobre todo, de la famosa serie de la BBC protagonizada por Peter Cushing.
¿Qué impresión tuvo?
Deslumbramiento. Y lo mejor de todo es que el deslumbramiento continúa.
¿Cuál fue su historia favorita?
Esta es una pregunta muy complicada. Podría hablar de un buen puñado de relatos preferidos y, tal vez, dentro de un par de meses los cambiaría por otros. Lo que sí que reconozco es que tengo una predilección especial por las novelas. Ya sé que el formato de cuento puede resultar ideal para las historias policíacas, pero yo cada vez me encuentro más cómodo en el formato de novela o de novela corta. Y eso me pasa como lector y también como escritor. Por eso ahora mismo eligiría como mis historias preferidas del Canon precisamente las de las cuatro novelas.
¿Cómo ha sido su relación, su vida como lector con el personaje?
Un poco estresante porque siempre quiero conocer más y más historias de Sherlock Holmes. Ver películas y series de mi adorado Holmes y, sobre todo, leer nuevos pastiches. Y digo lo de estresante porque siempre ando a la caza y captura de nuevas aventuras. Eso sin olvidarme de volver cada poco a la sagrada Biblia de Conan Doyle.
¿Qué le falta y que le sobra al Canon?
El Canon es la perfección absoluta. Bueno, no voy a decir la perfección porque la perfección siempre es muy aburrida y el Canon puede ser muchas cosas menos aburrido. Por decir algo, y al hilo de lo que he comentado antes, me hubiera gustado que Conan Doyle hubiese escrito alguna novela o novela corta más protagonizada por Holmes.
¿De tener que continuar una aventura de SH? ¿Cuál sería? ¿Incluiría a Bradomín?
Aquí vuelve a surgir el último romántico y, por supuesto, la aventura que continuaría sería “Escándalo en Bohemia”. Que Sherlock Holmes no se hubiese quedado en Londres y hubiese seguido a Irene Adler a París, a Barcelona o al fin del mundo. Por supuesto, en ese encuentro Bradomín no pintaría nada.
Habrá, en definitiva, una sexta sonata
Hoy por hoy, lo dudo. Hay muchas historias esperándome y ninguna viene escrita por Bradomín. Es más, después de todo lo que hemos hablado, el cuerpo me pediría antes escribir otro pastiche holmesiano. Aunque, claro, nunca puedes decir nunca jamás y tal vez un día el señor Ariel Conceiro, detective de libros, vuelva a echar mano del manuscrito que llegó a sus manos y que recoge parte de las memorias de Bradomín, para contarnos algo más de las andanzas del divino marqués.
Admin - 16:18:04 @ ENTREVISTAS
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